Un aula en el campo




“-¿De dónde viene la leche?.
-Pues de las vacas hijo (¡a punto estuve de decirle del mercadona!).
-Pero, ¿por dónde le sacas la leche a las vacas?
-Eh…por las ubres cariño.
-Pero, ¿qué son ubres?”

Esta y otras escenas pueden sucederse cuando los niños no entienden por qué en su clase le dicen que los alimentos proceden de la naturaleza, y sus padres los traen siempre del supermercado. No creamos que esta confusión sólo ocurre en la etapa preescolar. Algunos niños más mayores, e incluso adolescentes, dudan acerca del origen de determinadas frutas y verduras (“¿pero esto crece en un árbol, en un arbusto o se siembra?”), o del procedimiento que se emplea para extraer la materia prima de los animales en la elaboración de productos.

Existen los afortunados, que han logrado que el abuelo les hable de cuando se levantaba pronto para llevar al ganado a pastar, o cuando la abuela hacía bizcochos con la harina del propio trigo cultivado. Otros ven los huertos desde la ventanilla del coche en los viajes, o en sus vacaciones de verano al pueblo.

Los padres a duras penas consiguen sacar tiempo los fines de semana para llevar consigo a sus hijos, metidos en los carritos de la compra, al tiempo que vacían los estantes y van enseñándoles el tipo de comercio o sección donde se ubican los elementos que papá y mamá van tachando de la lista.
El niño coge el queso, lo llama por su nombre y aprende el pasillo, en el que ir a buscarlo, pero sigue faltándole un eslabón en la cadena que le recuerde, que la oveja o la cabra juegan un papel importante.